lunes, 3 de marzo de 2008

La Milla Verde

Sacando una analogía de una de mis películas favoritas (si, que conste en acta, no soy muy cinéfila que se diga), existe una línea entre mi mesa hasta la puerta del trabajo para no volver. Desconozco si tiene o no una milla, quizá para los que miramos con ojos críticos lo que allí sucede tenga bastante más distancia. Tanta que parece no acabar nunca.

Puede ser, que yo, de manera consciente, haya recorrido ya mucho camino hacia el exterior, la libertad, la esperanza… Y sino, al menos, he dado un golpe simbólico dejando claro dónde acaban los animales y empiezan las personas. Me he resistido de forma fehaciente, deliberada, con nombres y apellidos y por escrito al yugo del miedo. He alzado la voz y he dicho basta; basta de compañeros lobos con piel de cordero y basta de convertirse en un habitante de Guantánamo de nueve a seis.

Seguramente, mañana a mediodía me guillotinarán para ejemplo de mis compañeros; no sea que se envalentonen y tomen ejemplo. Aunque realmente, me extrañaría un alzamiento. Así que, satisfecha de mi misma, y con la sonrisa en los labios que produce saber que has causado una reacción de pánico, que temen el descontrol y de hecho, me temen a mí, recorreré el camino que me separa de la cola del INEM, con un gran despido improcedente bajo el brazo. Y sino es así, realmente, sólo será cuestión de días, de encontrarme un sustituto; un alma cándida que agache las orejas y transpire empresa por sus poros.

Hay veces que creo estar en una secta, dónde, periódicamente se sacrifica un esclavo para que los grandes dioses estén contentos. Con terapias de grupo para programar nuestros cerebros y anular cualquier atisbo de raciocinio, dónde sólo puedes ser convertido o aniquilado.

Espero ansiosa el día de mañana, y aunque me encantaría que al menos, uno, sólo uno de los entes que conviven conmigo en horario laboral abriese los ojos, es algo que no espero. Me encantaría que mi muerte tuviese un sentido. Me sentiría feliz hasta la falta de palabras para expresar mis sentimientos, si la acumulación de hechos denigrantes causase el despertar de alguna ameba. Si se dejasen los corrillos de comadres asustadas por el terrateniente y me encontrase un ejército valeroso sabiendo que morirá por defender una causa justa.

De todas formas, me siento feliz. He roto las cadenas que me ataban y aunque lo pagaré con la vida, recorreré la milla verde, cantando fiesta pagana.

1 comentario:

Luma dijo...

Pues has conseguido crear un jodido alzamiento en mi!!!

Claro que si!!!

Te admiro por ello.

Ya me contaras como ha ido el tema, lo bueno sería que en este tipo de cosas, el miedo no imperase, y se pudiera contar con "un ejercito", que defendiese lo que...estoy seguro...es justo..

Pero no, normalmente el alzamiento empieza y acaba en uno mismo...

Es una mierda, pero es así, que te voy a contar yo a ti, oh gran faro en la niebla!!!

Por lo menos te queda el orgullo de haber ganado una batalla muy importante, la que uno libra contra si mismo, para escapar de las cadenas que atenazan a la mayoria, evitando así el ya citado alzamiento popular...

Te desmarcas del rebaño, y dices adios a los lobos saludando con la mano...y la banda sonora es el susurro de los inconfesos cobardes...

Yo estoy de tu parte, aunque sea virtualmente...

Pero me llevas una batalla de ventaja


¿Soy un cobarde inconfeso?





Smuacks from hell